Se tiene constancia de que el arte circense de caminar sobre una superficie mínima de apoyo ya se practicaba en la antigua Grecia, y fue muy popular entre los romanos, que denominaban a este tipo de acróbatas funambŭlus, de funis, ‘cuerda’, y ambulāre, ‘andar’. De este vocablo latino derivan funámbulo y funambulista, voces sinónimas para designar al que ejecuta semejantes ejercicios de equilibrio, el llamado funambulismo. Asimismo, contamos con el curioso adjetivo funambulesco, que define aquello que es raro o extravagante. Probablemente, por lo espectacular de estas funciones, que pueden llevarse a cabo sobre un alambre o una cuerda flojos –estos dibujan una ligera curvatura– o tensados.
Para denominar al funambulista, en español tenemos también los vocablos volatín y volatinero, ya casi perdidos y olvidados —pese a que todavía se pueden encontrar en algunos diccionarios—, provenientes del antiguo buratín, ‘acróbata’, derivado del italiano burattino, ‘títere’. La primera sílaba de buratín evolucionó a volatín por influjo de volteador, persona que voltea o da volteretas con habilidad en el suelo o sobre una cuerda.
Hoy existen los anglicismos slackline o slacklining, del inglés slack, ‘flojo’; y line, ‘soga, cuerda’, que dan nombre a una modalidad deportiva surgida en Estados Unidos en los 80 cuya característica distintiva radica en el uso de una cinta plana, de nailon o poliéster, que varía en grosor y tensado según el estilo —foto inferior (Gibbon Slacklines / Archai Media)—. •
Nota: Publiqué este artículo en la sección «De palabras» de la revista Preguntas & Respuestas de Muy Interesante (n.º 46, 2018).